
Explosión la noche de este domingo en Matanzas. Foto: @SantanaMiriel/ Twitter
✒ Ricardo Ronquillo Bello
Pocas veces un depósito había significado tanto en la esperanza de una ciudad. Los que compartimos estas horas con los matanceros sentíamos que la salvación del tanque tres, en la zona industrial de la urbe, durante horas y horas resistiéndose al quiebre pese a las llamaradas y el calor que brotaban del tanque dos, significarían la primera gran partida triunfante sobre un siniestro que tiene en vilo al país desde el viernes al anochecer.
Había reforzado ese aliento un mensaje en redes, en mitad de la tarde de este domingo, de Suselys Morfa, la principal dirigente política territorial, quien despierta tantas simpatías por su liderazgo en estas duras jornadas.
No eran pocos los que desde las cuatro esquinas de la Ciudad de los Puentes seguían la fuerza de las llamaradas y la dirección de la densa y oscura columna de humo con el secreto interés de no ver repetirse en el horizonte el mismo estruendo, seguido de un hongo de fuego y de un resplandor ácido, calenturiento y enceguecedor que ya los conmocionó en dos oportunidades anteriores.
Un recorrido por la ajetreada como tensa zona industrial, al filo de las ocho de la noche, le quitaba fuerza al optimismo. Mientras los responsables cubanos de enfrentar esta crisis se empeñaban en acelerar las medidas para detener el siniestro, junto a personal solidario de México y Venezuela, la tensión se elevaba en el ambiente con la misma intensidad que las llamaras y la imponente columna de humo.
Un aire fuerte azuzaba el incendio del tanque dos, a la altura del atardecer, sobre el domo del tanque tres y ya se especulaba que este cedía en alguna de sus partes.
Una breve estancia en la estación de bomberos especializada más cercana al incendio, devenida en una especie de estado mayor y sitio de descanso y relevo de estos combatientes, aumentaba la alarma.
No obstante, la amenaza pareció disiparse sobre las nueve de la noche. La aparición de un fuerte temporal, con un cambio en la dirección de los vientos, que terminó en una calma en la que no se movían ni las hojas, puso las llamaradas y la humeante columna en dirección al cielo, alejándolas del ya frágil domo del tanque tres para ese momento.
El aterrador hongo de fuego que volvería a repetirse cerca de dos horas después, al filo de la madrugada, sería la lección definitiva de que frente a accidentes de esta naturaleza y envergadura no solo alcanza con los buenos deseos.
Los matanceros y el país parecen afrontar, desde el momento en que se desató ese tercer hongo de fuego y explosión descorazonsdoras, lo que parecería la fase más comprometedora y desafiante de este accidente.