Ninguna forma de servicio público es un favor que haya que estar agradeciendo una y otra vez, en eso, colectivamente tenemos un mal enfoque, tal vez por no saber diferenciar precisamente de qué se trata el servicio público. Se agradece, en todo caso cuando el esfuerzo o los resultados se deben a algo extraordinario que traspasa lo que normalmente puede dar, como parte de su gestión, labor, desempeño… sea una persona, un colectivo o una entidad en sí.
Si bien agradecer, es una práctica de cortesía y de reconocimiento público, hacerlo indebidamente o en exceso, convierte en la generalidad que los servicios públicos (y los servidores) se maquillen de una manera contrapuesta a la obligatoriedad y el deber de cumplimiento de los encargos sociales, a lo que sí es inherente.
No es un favor que un dirigente le atienda en su oficina, es su obligación en sí, y hacerlo bien. No es un favor que el bodeguero le despache la canasta básica, ni que el responsable de un establecimiento acuda a darle respuesta ante una inquietud en medio de una cola, ni que un médico le examine o que un bancario le llene un formulario de solicitud de crédito… en todos los casos, son personas que cobran para atenderle sin remilgos.
Mucho más enfático se ha convertido en “agradecimiento forzado” ese elogio que unas veces se da y otras se “exige” de una manera muy sofisticada en el entorno de los servicios públicos que ofrecen los actores económicos privados, generalmente lo referido a la alimentación. Hay que tener en cuenta que ofertar algo, vender algo, no representa un favor a la población, lo que sí es un negocio, y quienes lo hacen se enfocan en ello porque tienen ganancias y resultados de algún tipo.
Esa expresión -Yo vendo porque estoy haciendo un favor a Jobabo- ¿De verdad? No señor, usted está haciendo un negocio en Jobabo, y los jobabenses le pagan por su servicio, sus mercancias…
-Te voy a hacer el favor de aceptar el pago por transferencia- ¿Alguien a esta altura de verdad piensa que se trata de un favor? Ni en un establecimiento estatal ni en uno privado se trata de un favor.
Ninguna forma de servicio público es un favor, ni del Estado para con el pueblo, ni de los privado para con sus consumidores… en todo caso se debe reconocer, y es justo y ético hacerlo, cuando ese servicio llega con la calidad y la dimensión social que corresponde, y aunque, como dije antes decir -gracias- es una forma de cortesía, no podemos auto degenerar la obligatoriedad, el deber de recibir un buen servicio, o de darlo, en el caso de los prestadores, pensando que estamos haciendo un favor.