El tercer domingo de julio, Cuba se viste de alegría y color para celebrar una de sus fechas más entrañables: el Día de los Niños. Es un homenaje a los más pequeños, esos que representan la esperanza y el futuro de la nación. La fecha no es arbitraria; fue seleccionada tras una propuesta de Fidel Castro en 1974, durante un discurso en el campamento de pioneros del Parque Lenin. En aquel entonces Fidel sugirió que, al igual que el Día de las Madres y de los Padres, el Día de los Niños debería celebrarse un domingo para que las familias pudieran disfrutar juntas de este día especial.
En un país donde la educación y la salud son derechos garantizados, esta celebración se convierte en una manifestación de la prioridad que la sociedad cubana otorga a sus jóvenes.
Los infantes no son simplemente una parte de la sociedad; son su núcleo, la mas pequeña pero imprescindible célula. Desde temprana edad, se les inculcan valores de solidaridad, cooperación y respeto y las escuelas, más que instituciones educativas, son espacios donde aprenden a ser ciudadanos conscientes y activos. Con una tasa de alfabetización elevada y un sistema de salud que garantiza atención desde el nacimiento, los pequeños cubanos crecen en un entorno que les ofrece todas las herramientas para su desarrollo integral.
En Cuba los derechos de los niños están protegidos por un entramado legal y social robusto. La Ley de Protección de los Derechos del Niño y del Adolescente asegura que cada uno de ellos tenga acceso a la educación, la salud y la seguridad. Además existen diversas organizaciones, como la Organización de Pioneros José Martí, que promueven la participación activa de los niños en la vida social y cultural del país. Esta, con su lema “Seremos como el Che”, fomenta en sus integrantes valores de compromiso, cooperación y responsabilidad.
“El futuro de nuestra Patria está en nuestros niños”, es una frase que resume a la perfección el significado de la infamcia, porque está es la semilla de un futuro mejor, un futuro en el que la justicia, la igualdad y la paz sean realidades cotidianas. Cada niño cubano lleva en sus hombros la responsabilidad de continuar el legado de esperanza y amor que caracteriza a la isla.
El Día de los Niños en Cuba es más que una celebración; es una declaración de principios. Es un día para recordar que cada uno de ellos es un tesoro invaluable, un día para reafirmar el compromiso de la sociedad con su bienestar y desarrollo. Como dijera José Martí: “Los niños son la esperanza del mundo”. En Cuba, esta esperanza se cultiva con amor, dedicación y un profundo sentido de responsabilidad hacia el futuro.