En un rincón remoto de Bolivia, el 9 de octubre de 1967, el eco de un disparo resonó en la pequeña escuela de La Higuera. Ernesto Che Guevara, el guerrillero heroico, había caído. Su cuerpo, herido y exhausto, fue llevado a una humilde aula donde pasó sus últimas horas. Allí, en la soledad de una habitación vacía, el Che enfrentó su destino con la misma valentía que había mostrado en cada batalla.
El sargento Mario Terán, siguiendo órdenes del alto mando boliviano, apretó el gatillo que pondría fin a la vida del argentino-cubano. Sin embargo, la muerte del Che no fue el fin de su lucha, sino el comienzo de su inmortalidad. Su imagen, con la boina y la estrella, se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza para los oprimidos de todo el mundo.
Es por ello que cada año, en el mes de octubre, nuestro país se viste de historia y memoria para rendir homenaje a dos de sus más grandes héroes: Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos. La Jornada Camilo-Che, que se extiende del 8 al 28 de octubre, es un tiempo de reflexión, aprendizaje y reafirmación de los ideales que ambos líderes encarnaron. En cada rincón de la isla, desde las escuelas hasta los centros comunitarios, se llevan a cabo actividades que celebran la vida y el legado de estos dos gigantes de nuestra historia.
En estas fechas las imágenes de ambos héroes se multiplican, evocando recuerdos de una lucha que, aunque lejana en el tiempo, sigue viva en la memoria colectiva. La emoción se siente palpable en cada acto. Los jóvenes cubanos, herederos de las más altas convicciones, se agrupan para recordar no solo las figuras de Camilo y Che, sino también la esencia de su pensamiento: un llamado a la acción, a la justicia, a no rendirse jamás. Las plazas se llenan de consignas que resuenan con fuerza, recordando aquella famosa frase: “¡Hasta la victoria siempre!”. Es un grito que sigue movilizando a generaciones enteras, un legado que se resiste a desvanecerse.
La jornada no solo es un tributo a la memoria de Camilo y el Che, sino también una oportunidad para que las nuevas generaciones se conecten con la historia y se inspiren en los valores de estos héroes. A través de peregrinaciones a sitios históricos, ascensos a montañas emblemáticas y encuentros comunitarios, los jóvenes cubanos reafirman su compromiso con los ideales de justicia, igualdad y solidaridad que Camilo y el Che defendieron con sus vidas.
En cada actividad, en cada gesto, se siente su presencia. Sus espíritus, inmortalizados en la memoria del pueblo cubano, siguen guiando los pasos de aquellos que creen en un futuro mejor. La Jornada Camilo-Che es más que una conmemoración; es un abrazo eterno entre dos héroes que, aunque físicamente ausentes, viven en cada corazón que late por la justicia y la libertad.