Absurdos organizacionales

Unos minutos después de las 8 de la noche, mientras me dirigía a casa de mi mamá, recordé que me había encargado unos sobres de pasiflora para el té de mi abuela. Sin pensarlo dos veces, giré hacia la farmacia del hospital, que supuestamente funciona las 24 horas. Al llegar, me detuve unos instantes frente a la tablilla, observando a través de los cristales mientras esperaba que apareciera algún dependiente.
Pronto se acercó el empleado de turno y, con tono firme, me informó: “Ya está cerrado”. Le pregunté, confundido: “¿Esta farmacia no trabaja 24 horas?”. “Sí”, respondió, pero aclaró que, tras la nueva reorganización de los servicios farmacéuticos, solo atienden hasta las 8 de la noche. A partir de esa hora, solo atienden a pacientes con urgencias, es decir, aquellos con recetas expedidas por el cuerpo de guardia del hospital. “Ah, bien”, contesté, y me marché rápidamente.
Sé que si le hubiera pedido el favor de venderme los sobres de pasiflora, probablemente habría accedido sin problemas. Sin embargo, no creo que deba seguir dependiendo de “favores” para resolver situaciones que, en realidad, son consecuencia de decisiones burocráticas ilógicas. Hace apenas un mes, este mismo servicio funcionaba con normalidad, sin restricciones absurdas, incluso, normalmente los medicamentos para mi mamá (los del tarjetón) siempre los he comprado allí en horario nocturno, para evitar las colas del día.
Considero esto un absurdo organizacional por varias razones. En primer lugar, obstaculiza la lógica básica de una institución que debería contribuir al bienestar colectivo, especialmente en contextos donde el tiempo es crucial. Además, resulta contraproducente para su propia economía. Farmacia y Óptica es una de las entidades en Jobabo más criticadas en las plenarias de la economía por no cumplir con sus planes de ingresos, justificándose en la inestabilidad de los surtidos. Entonces, ¿cómo se permiten el lujo de tener a una persona detrás del mostrador vendiendo solo medicamentos de urgencia, cuando tienen productos que no llevan receta disponibles en sus estanterías?
Esta situación me recordó otra escena similar ocurrida hace unos días en la otra farmacia del pueblo. Un paciente, con tarjetón en mano, intentó comprar un medicamento que estaba en existencia y que llevaba días sin poder tomar. Sin embargo, no pudo adquirirlo porque, según la nueva organización, ese día solo atendían a pacientes de otro consultorio. Todo un rompecabezas organizacional que, si bien reduce los tumultos frente a las farmacias, no garantiza que los pacientes obtengan sus medicamentos cuando los necesitan.
Estas decisiones, aunque bien intencionadas, terminan perjudicando tanto a los usuarios como a las propias instituciones, generando más frustración que soluciones.
Yaidel M. Rodríguez Castro
Yaidel M. Rodríguez Castro
Máster en Ciencias de la Comunicación. Licenciado en Educación. Periodista en Radio Cabaniguán desde 2010 y editor de la página web Radio Cabaniguán. Atiende los temas relacionados con la Agricultura, Producción de Alimentos, Economía y Desarrollo Local.

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