Jobabo se mantiene como uno de los municipios más destacados en el movimiento agroecológico impulsado por la ANAP, logrando sumar cada año a más de una decena de campesinos a las buenas prácticas productivas en armonía con el medio ambiente.
Este esfuerzo colectivo ha permitido mejorar la calidad de los cultivos mientras fomenta una conciencia sostenible entre los productores locales, consolidando a más de medio centenar de fincas del territorio como un referente posible en la agricultura responsable.
Los resultados de este programa, aunque medibles entre los objetivos de la organización anapista, trascienden las cifras al reflejarse en cambios concretos en el aprovechamiento de los suelos y en las oportunidades de aprendizaje.
La prioridad es transformar sus terrenos mediante técnicas que combinan tradición e innovación, logrando mayor rendimiento y eficiencia sin descuidar la sostenibilidad ambiental.
Entre las transformaciones más notables destacan la adopción de prácticas como la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos y el manejo integrado de plagas, lo que ha reducido la dependencia de insumos químicos, sobre todo en un contexto donde se carece de los medios fundamentales para hacer una agricultura extensiva.
Estas acciones han permitido recuperar la fertilidad de los suelos y preservar los recursos naturales, demostrando que es posible una producción agrícola más limpia y respetuosa con el ecosistema, aunque no en todos los casos se logre la integralidad deseada.
El aprendizaje continuo ha sido clave en este proceso, gracias a talleres, intercambios de experiencias y acompañamiento técnico que han fortalecido las capacidades de los campesinos.
Ello no solo ha mejorado los resultados productivos, sino que también ha generado un mayor sentido de comunidad, promoviendo la colaboración y el crecimiento colectivo en el sector agrícola local, a pesar de que todavía los resultados generales no suplan la demanda alimentaria local y falte organización en los procesos de planeamiento y comercialización.