2023 registró el índice más alto de mortalidad bovina de la última década con tres mil 978 defunciones, prácticamente el doble de lo que se contabilizó al cierre de cada calendario en Jobabo desde 2013 hasta diciembre pasado, excepto en 2020 que había sido el año más complicado para este indicador de la ganadería según las estadísticas del sistema de la agricultura en el municipio.
Esta subida en las muertes se traduce en una reducción del 12.71% de la masa total certificada en enero de 2023, que junto a otros indicadores como el hurto y sacrificio ilegal y los animales llevados a matadero simplificaron el rebaño a 26 mil 705, la cantidad más baja de reses que ha tenido este territorio desde que se compilan los datos de control pecuario.
Ello quiere decir que el municipio perdió entre enero y diciembre de 2023 la considerable cifra de 4 mil 588 bovinos, es decir que en solo un año se rebajó del patrimonio ganadero casi la mitad de lo que se había perdido en nueve años, desde 2013 a 2022.
Las propias estadísticas del sistema de la agricultura reflejan que la tasa de decrecimiento de la masa vacuna anualmente no superaba las mil cabezas, excepto a partir de 2019, pues si bien la mortalidad no era para nada baja, se lograba un equilibrio más o menos adecuado entre los nacimientos, las defunciones y las bajas por otros conceptos.
Un dato que compromete el futuro de la ganadería en el presente calendario y por lo menos en los próximos dos años siguientes, incluso revirtiendo los datos que evidencia hoy la gestión pecuaria, es que, de las casi 4000 reses muertas en 2023, mil 32 fueron crías, lo que significa que alrededor de un tercio de los terneros nacidos no sobrevivieron, por lo tanto, no hay relevo inmediato para el rebaño.
Los principales problemas que inciden en la alta mortalidad, según los especialistas, tienen que ver con el mal manejo de la masa, que van desde la insuficiente alimentación y balance nutritivo, falta de acceso estable a fuentes de agua, intoxicaciones frecuentes por las malas condiciones de potreros y áreas de pastoreos, carencia de medicamentos para el tratamiento preventivo de enfermedades… hasta los propios descuidos de los propietarios en la atención al rebaño.
Esos números reflejan que no tenemos ganadería en lo que canta un gallo. Si no hacen lago pronto entre las muertes, los robos y la desatención vamos a tener que importar leche y carne