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Precios altos, topes reiterativos… y escasez real e inducida

El sube y baja de los precios – más en subida que en bajada- viene trastocando con fuerza los bolsillos desde hace unos cuantos años y no parece parar en un momento inmediato, generando una sensación de ansiedad social desconcertante salpicada de pesimismo sistémico hasta el punto de hacer del joven aumento salarial (devenido del ordenamiento monetario) un incoherente propósito de bienestar familiar aquí en Jobabo y en el resto del país.

Topes y más topes, con ello pareciera resolverse momentáneamente los ¨alzones¨, sin embargo, la práctica indica que fijar cuantías máximas a productos y servicios no lleva a nada bueno mientras coexistan dos mercados paralelos pisándose los talones en una carrera en el que da las zancadas más largas el informal, abastecido de una manera sutil (en la mayoría de los casos) por el que debiera prevalecer: el formal.

Lo curioso es que esas zancadas de piernas largas han llenado de malas mañas al competidor rezagado.

Dejando a un lado las metáforas, vamos al grano: -no hay obrero de bajos y medianos ingresos, pensionado o jubilado que subsista con los precios actuales, salvo los dueños de ese mercado informal-. Y digamos que por un lado tiene que ver la correlación oferta-demanda, sí, claro que tiene mucho que ver, se produce poco, se oferta poco… pero ¿Será esa la única puntiaguda lanza que mutila el descalibrado orden de la economía familiar?

Hay muchas más aristas a tener en cuenta además de la escasez en el comercio minorista.

Por un lado aparece la subida excesiva oficial de insumos, productos y artículos a partir de enero con el des-subsidio a los precios, aplicándose en muchos casos costos de más de 300% al valor anterior, y por lógica, eso genera una cadena más larga de alteraciones inflativas; por ahí aparece el caso de la agricultura, tal vez el ejemplo más fácil de describir, pues nada más habría que echarle un vistazo a los topes de lo que vende GELMA (la comercializadora agropecuaria) e incluso Labiofam, y se percatará por qué un boniato cuesta 10 pesos o una libra de habichuelas no baja de los 50.

El segundo fenómeno está en la escasez inducida (en el mercado formal) y devenida de una escasez aguda real durante los primeros meses del año, y esto se ve más en el comercio no agrícola y abarca desde productos alimentarios, aseo, electrodomésticos, ropas, calzados… manifiesto en una tendencia gradual excesiva al acaparamiento y, por supuesto, la incapacidad de ofertas abundantes para romper la cadena de negocios informales especulativos.

Y hablo de escasez inducida porque si bien persiste escasez real, el acaparamiento para revender induce precisamente a dar una sensación mayor de escasez.

La tercera complicación tiene que ver con el traslado del comercio ex-CUC a las tiendas MLC, dejando a las primeras completamente desabastecidas, mientras que las segundas se han convertido en el principal suministrador a los revendedores, quienes acceden primero a un sobrevalorado producto (teniendo en cuenta el precio real de las divisas) y luego se lo duplican dos o tres veces al comprador que no tiene más opciones.

Por otro lado, y digamos que es el cuarto dolor de cabeza, está en los servicios (belleza, mensajería, transporte ocasional… ), también en la mayoría de los casos sobrevalorados, justificando los que los prestan dos aspectos fundamentales: uno, que tienen que comprar los insumos a precios elevados en el mercado informal, y dos, que si todo está caro simplemente no pueden cobrar barato porque no les da la cuenta.

Y esto último ha sido una de las principales justificaciones generalizadas que han provocado secuencia en cadena del alza desmedida y consecutiva de los precios de casi todo lo necesario para una familia.

Hay soluciones para estos problemas que dependen en gran medida de políticas nacionales, de estabilizar la situación económica del país, del acceso al comercio exterior (sí bastante afectado por la persecución financiera de Estados Unidos), de inequidades en la distribución de surtidos, de producir más, de quitar trabas aduanales y comerciales internas, y de permitir (legalizar) a los comerciantes informales que buscan artículos en el exterior. Además, es necesario desentrañar la madeja de resoluciones y normativas que amarran todavía el sistema empresarial y acabar de fijar un mecanismo diferente en la regulación de los precios.

Y de esto último lo más prudente sería fijar porcentajes de ganancias y despojarse de una vez de precios topados por cifras específicas.

Hablo de porcentajes porque es una manera sencilla de no mantener estáticos los precios de una mazorca de maíz cuando suben o bajan los costos de los insumos en el mercado internacional y nacional, obligando a entidades estatales y a privados a regirse por una política financiera coherente que, si bien en un primer momento causaría desconcierto, en la medida que la ONAT desempeñe su papel junto a los rectores de los precios luego de auditorías y controles, cada cual se iría educando.

El asunto está en que si usted le deja regulado oficialmente (sea en una resolución, una ley o un decreto) a todos los actores económicos que los productores de cualquier bien de consumo solo pueden aplicar una subida de un 25% al costo de su producto, y los comerciantes sean mayoristas o minoristas solo pueden aplicarle entre un 10 y un 15%, va a comenzar a estimular a que ambos busquen más dinero produciendo o vendiendo más, no como ahora, que tanto estatales como privados buscan ganancias subiendo precios.

Lógicamente, hay negocios estatales y privados a los que tal vez esta forma de regulación no podría aplicársele (por sus características), pero a la media le resultaría como un corchete al desenfreno libertino que parecen haber tenido sin pensar en la inflación, las diferencias adquisitivas y las inequidades económicas-sociales que quiso ponerle freno el Gobierno a partir de diciembre de 2020.

Es primordial revalorizar el dinero como herramienta de cambio. Ello ayudaría en el propósito de que se fortalezca la economía, como se planeó con el Ordenamiento Monetario y se haría palpable desde la visión familiar el ingreso que perciben sus miembros.

Yaidel M. Rodríguez Castro
Yaidel M. Rodríguez Castro
Máster en Ciencias de la Comunicación. Licenciado en Educación. Periodista en Radio Cabaniguán desde 2010 y editor de la página web Radio Cabaniguán. Atiende los temas relacionados con la Agricultura, Producción de Alimentos, Economía y Desarrollo Local.

3 COMENTARIOS

  1. Muy bien dicho, lastima que nuestros dirigentes tengan su plan de trabajo lleno de reuniones, fíjate que yo pienso que muchos ni siquiera ven el noticiero. No hay otra manera de explicar porque no se aplica en la base lo que orienta nuestro presidente. Es increíble como el presidente de un país tiene tiempo para intercambiar con el pueblo y nuestros dirigentes de abajo nunca intercambian. Para que halla verdadero poder popular se deben eliminar poderes intermedios. Así sucesivamente sobran empresas, UEB, Grupos Empresariales y leyes. Demasiado leyes para un país. Y que decir de las tiendas mlc, los revendedores ganan el triple de lo va para los bancos. Nadie se da cuenta de ello? , Hay más dinero en manos de los negociantes ilegales que en los propios bancos.

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