Encoger los horarios de servicios, principalmente para las instituciones o unidades de alta demanda en sus prestaciones, solo resulta en mayor aglomeración de personas y duplicar los esfuerzos laborales para los empleados que tienen que lidiar con la población.
Sencillamente, esta medida, que aun no se ha puesto en práctica en el comercio, pero por la que abogan implementar muchos trabajadores y directivos, solo provoca que, la cantidad de personas que son atendidas regularmente en unas 7 u 8 horas de jornada laboral, acudan presiondos por el tiempo y provoquen una saturación de los procesos.
En sí misma, sería la principal fuente generadora de colas, pues podemos compararlo con los servicios que por su poca oferta se limitan a una o dos horas actualmente, como el caso de la panadería especial, que, al vender una reducida cantidad de panes, hace que las personas comiencen a marcar desde la madrugada, y entre las 7 y las 9 de la mañana se haga prácticamente imposible transitar por ese tramo en la acera de la calle Máximo Gómez.
Un ejemplo de la lo poco práctico de la medida de restricción de horarios en los servicios, se puede apreciar en el caso específico del Banco de Créditos y Comercio aquí en Jobabo, el cual, hace unos meses se mantuvo con horario restringido, solo en las mañanas, y la congestión era tan complicada que fue necesario regresar al horario habitual, y ahora, aunque se hacen colas, no se aprecian todos los días esas aglomeraciones que tantas quejas provocaron.
En la gastronomía, que tiene muy poca oferta tal vez pudiera hacerse una reducción de horario de servicio durante el día, pero, igualmente solo limitaría las capacidades de acceso de la población a lo poco que se vende allí, especialmente en horario de la tarde, cuando la gente sale del trabajo en busca de una merienda para el día siguiente, sus hijos lleven a la escuela.
Y en las tiendas de víveres sí sería completamente descabellado pensar que quitar dos horas de servicios ayudaría a prevenir la covid-19, cuando así, a tiempo completo prácticamente permanecen repletas esas unidades, ¿Imagine cómo sería esos primeros días del mes para comprar la canasta básica?
Digamos que, sí existen instituciones cuyas prestaciones, aunque son importantes, no representan una demanda inmediata o que defina el diarismo social y familiar, y sí pudieran adoptarse medidas de reducción de horario, o incluso alternar el servicio en días específicos, pero las que ofrecen servicios básicos, no serían de mucha ayuda al esfuerzo por controlar la situación epidemiológica del municipio.
Lo más prudente, cuando se valoran este tipo de acciones, es estudiar su objetividad, de lo contrario se corre el riesgo de en vez de servir de un buen aliciente en todo este complicado panorama, generen más incertidumbre en la población o provoquen más congestión de personal en el centro del pueblo o áreas específicas, donde, está demostrado que pocos se distancian físicamente.
Entonces ¿Qué sería mejor, reducir los horarios, o buscar más alternativas dentro de la institución prestadora de servicios que ayude a agilizarlos para evitar aglomeraciones?