Una plaza llena, mujeres a medio peinar y corazones agitados; ese día Jobabo esperaba una visita importante y nadie quería estar ausente. Los hogares quedaron a merced de la soledad, los niños en brazos y una multitud concentrada en la plaza cultural La Punta, pues los rumores de la visita de Fidel Castro eran todo un hecho.
El 31 de marzo de 1996 el añorado central Perú fue responsable de atraer la presencia de la figura más importante de Cuba en aquel y estos tiempos. La hazaña de más de tres mil trabajadores azucareros y la producción de más de 23 mil toneladas de crudo, fueron toda una proeza para aquel ingenio del sur.
¿No era acaso suficiente para convertir ese día en una efeméride local? El pueblo sabía que tamaña victoria ameritaba un alto reconocimiento y así fue. El sol de la tarde y la intensidad del trabajo no amilanaron a quienes reconocieron una caravana de predecible origen. Era Fidel Castro, era el Comandante en Jefe, era el líder orgulloso de los obreros, de los humildes y de los pilares de su nueva sociedad.
Imponente, majestuoso y admirable, en la cima de una tarima humilde, rodeada de pobladores, estaba aquel gigante, reconociendo el entusiasmo visible en cada gota de sudor. ¨El sol no se siente¨, fue el grito unísono de Jobabo al comienzo del discurso, de la nueva era y las nuevas batallas que, como dijo Fidel, aún restaban por librar.
¿Cuántos recuerdos e imágenes aún conservarán quienes vivieron aquel dichoso momento? Hoy, es la trascendencia de una fecha que ha sido legada a cada generación de jobabenses por los derroteros de su historia. No solo fue la visita del máximo líder, fue el triunfo inminente de un pequeño municipio que trazó una meta, la cumplió y la hizo imperecedera.