Hablar de fatalismos no es justo cuando las vidas humanas, valiosas e imperecederas, caen en manos de la traición. Hace 62 años, Cuba fue testigo de una de las más dolorosas pérdidas de su historia: la desaparición del Comandante del pueblo, el héroe de Yaguajay, Camilo Cienfuegos.
Aquel 28 de octubre de 1959, una avioneta Cessna 310 C, despegó del aeropuerto de Camagüey rumbo a La Habana con un importante pasajero a bordo, sin embargo, nunca llegó a su destino. Ese día quedó marcada una de las más inexplicables y crueles tragedias de nuestra historia; fue el fin de una vida ejemplar, llena de luchas y victorias, de amor y lealtad.
Camilo Cienfuegos fue uno de los fundadores del Movimiento 26 de Julio, expedicionario del Yate Granma, figura ineludible del Ejército Rebelde y uno de los más queridos y respetados líderes de la Revolución cubana. Ídolo de las masas populares fue, además, defensor de los humildes, símbolo de dignidad y compromiso con y para el pueblo cubano.
El del sombrero alón y la eterna sonrisa no murió, solo se multiplicó. Su ejemplo ondea hoy cual bandera de nuestro legado y lo que deseamos construir; su espíritu indomable ha sido una fuente de inspiración y rebeldía para las nuevas generaciones; su herencia moral e ideológica ha continuado viva en cada marcha, cada flor, cada octubre.
Camilo es hoy una leyenda viva, de los héroes que hoy no están y a todos invade la duda por saber cómo sería si aún estuviera. Con toda certeza recordarle es poner en lo más alto todo aquello que caracterizó a uno de los más admirados cubanos, cuyo espíritu y confianza se resumieron en aquel histórico: ¨Vas bien, Fidel¨.