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Brujitas del siglo XXI

Era verano de 1692 cuando Bridget Bishop fue acusada y ejecutada en Salem por supuestamente ser una bruja cuyos “hechizos” habían conjurado a un grupo de vecinos. La primera de 19 mujeres en pagar con su vida la ignorancia de una época implacable, no volaba en escobas ni preparaba pociones en un caldero, el único y gran error fue ser diferente en un mundo tan ordinario. Cuenta Ghost City Tour que la obediencia no era parte de su actuar, llamada mala esposa, vestía de la forma más extravagante y rechazó el “papel de la mujer” en aquellos tiempos.

Entre las notas de una melodía desentonada, la lucha femenina por romper estereotipos y mitos hegemónicos ha estado llena de “brujas” como Bishop: incomprendidas, rebeldes y condenadas por la necedad. No obstante, lo que inició con pequeños acordes poco a poco se transformó en un conjunto armónico de voces, unidas contra menosprecios, acosos y misoginia.

Durante milenios la leyenda del príncipe azul dibujó una típica dama en apuros, encerrada en castillos a la espera del gran y valiente caballero con quien viviría feliz por la eternidad. Aunque apenas son cuentos infantiles, encarnaron metafóricamente un escenario tan retrógrado como equivocado. En tales ejemplos las amas de casa, consagradas a su familia y al esposo, mitificaron “obligaciones” y modelos arcaicos.

Aún vigentes y comunes, las frases “no puedes”, “una señorita no hace eso” o “tu deber es el hogar”, respaldan la ignorancia de quienes limitan la capacidad del género femenino. ¿Acaso debe existir un patrón de conducta más allá del que nos identifica como seres humanos? Los estándares de “buena esposa” o “mujer perfecta” sobran en un mundo evolutivo y que lucha por romper camisas de fuerza; si alguna ha de llevar esta prenda símbolo de manicomios, que sea por la locura de soñar alto, ser diferente y no vivir a la sombra de nadie.

Bajo tales ideas y con luz propia, brillaron exponentes como Marie Curie o Indira Gandhi: una, pionera en el campo radioactivo y merecedora de los Premios Nobel de Física y Química, y la segunda, influyente líder con la primicia de ocupar el cargo de Primer Ministra en la India, y recordada en su lucha por la paz y la libertad. No obstante, otras como Alice Milliat, la que cambió el destino de las Olimpiadas, o Clara Zetkin, una de las voces más importantes en la batalla por los derechos de la mujer, opacan las teorías de un ego masculino con muy poco fundamento.

Nuestro país ha visto nacer también ejemplos de carácter, de las que omitieron prejuicios y hoy son íconos para sus homólogas. ¿Habría historia cubana sin los actuares de Vilma Espín o Mariana Grajales? Probablemente no. Ellas no limitaron su habilidad y dieron gigantescos pasos por encima de lo esperado en una mujer de sus tiempos.

Hoy, cuando el empoderamiento es tendencia, Cuba se mantiene a favor de la igualdad de género: el Decreto No. 198 “Programa Nacional para el adelanto de las Mujeres” prioriza la integración de las féminas en todo proceso económico y social de desarrollo. De haber existido hace más de 200 años, quizás Enriqueta Faber no hubiese apelado a vestimentas de hombres para profesar su carrera, sin embargo y valga su empeño, devino en la primera mujer cirujana.

Restarles fuerza y valor es típico de la incultura y sociedades estrictas; ellas son capaces de todo, convierten lo simple en extraordinario y libran batallas diarias casi imposible de imaginar. Aun así hay quienes invaden su espacio, violentan el derecho a la soltería y se creen merecedores de injuriarlas ante respuestas en silencio. No son muñecas o instrumentos de diversión, tampoco deben complacer caprichos, tolerar miradas incómodas o bajar la cabeza frente a absolutamente nadie. Tienen todo el derecho de vestir a su gusto, ser ama de casa o carpintera, estar o no casada e incluso decidir si ser madre es prioritario.

Decía Jakub Różalski que la humanidad siempre ha tenido miedo a las mujeres que vuelan, ya sea por brujas o por libres; mejor no pudo decirlo este artista gráfico. Aún con dudas alrededor de su significado etimológico, muchos coinciden en que la palabra bruja no es sino “mujer sabia” en todas las lenguas y otros, de la forma más romántica, la asocian al término baq, cuyo concepto es poder femenino.

Seamos entonces las brujas de este siglo, las empoderadas, independientes y rebeldes que rompen patrones misóginos. Tomemos como ejemplo a Curie o a Grajales, pero hagamos nuestra propia historia y desechemos los miedos y límites. Seamos fieles a nosotras mismas, a la magia interior que nos habita, preparemos hechizos de valor y fe, y volemos en esa escoba para llegar tan alto queramos.

Annia Cardoza Linares
Annia Cardoza Linares
Licenciada en Periodismo de la Unversidad de Camagüey en 2022. Atiende tremáticas relacionadas con la gestión comercial, juventud, gestión tributaria y algunos programas sociales. Gusta de las crónicas y relatos.

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