Las Tunas.- En la provincia de Las Tunas son insuficientes las ofertas de productos agropecuarios, con relación a lo que se demanda en cada uno de los municipios. Esa lamentable realidad responde a numerosas razones y se traduce en altos precios en la venta a la población.
De una u otra manera, nadie es ajeno a ese fenómeno que perjudica a la mayoría de las familias y que, en gran medida, tiene que ver con la actuación de los dirigentes de la actividad y las plantillas incompletas de las delegaciones y las empresas agroindustriales municipales.
Sobre esos aspectos se debatió en el balance del sector agropecuario hasta el mes de julio, en reunión de trabajo presidida por Wálter Simón Noris, primer secretario del Partido Comunista de Cuba en el territorio tunero, y el gobernador Jaime Ernesto Chiang Vega.
Más que evaluar lo que se hizo o no se hizo, o buscar responsables, el encuentro marcó un punto de cambio porque señaló el inicio de una transformación más que necesaria. Así lo exigen las circunstancias actuales, con una crisis económica y financiera que repercute en la alimentación del pueblo.
Lo cierto es que la primera parte del año 2024 dejó un amargo sabor. En el período se incumplieron los principales indicadores de la producción de alimentos; o sea, los ocho programas agrícolas, los siete encargos estatales y las cuatro producciones pecuarias.
Existen indisciplinas e ilegalidades en el control, uso y explotación de la tierra y la masa ganadera y eso se demuestra en el ejercicio que se realiza desde hace varios meses. Súmese que no se cuenta con un procedimiento de trabajo claro para evaluar los cultivos, las producciones logradas y los destinos.
Además, los planes de siembra no cubren las demandas alimentarias de la población, principalmente en las viandas y los granos. En ese caso es determinante la insuficiente cantidad de combustible que se asigna y el déficit de algunas semillas, como la yuca.
Los polos productivos tienen muchas áreas vacías por la incorrecta planificación de la siembra y falta de fuerza de trabajo e insumos materiales. También son cuantiosas las áreas bajo riego sin valor de uso, por desperfectos técnicos de las tecnologías existentes.
En ocasiones prevalece el interés del productor, el cual decide lo que siembra, cuándo lo hace y los destinos de la producción pues falta intencionalidad desde las empresas agroindustriales y las delegaciones del Ministerio de la Agricultura. Incluso, no se seleccionan bien los productores que tributan a cada programa.
Es insuficiente la incorporación de los organismos y las empresas con posibilidades de producir alimentos para el autoconsumo, los módulos pecuarios están incompletos, las producciones que aportan las empresas agropecuarias estatales son insuficientes y hay serias deficiencias en la contratación.
En fin, los problemas son mayúsculos. Y según lo expuesto por los especialistas del sector, también hay mucha voluntad para resolverlos, mediante transformaciones en los sistemas de trabajo y la adopción de medidas en cada una de sus funciones estatales.
Esos cambios no darán resultados de la noche a la mañana porque las plantas y los animales requieren de tiempo para desarrollarse. Pero- de cumplirse la estrategia diseñada- el panorama pudiera ser diferente en los mostradores de los mercados y en las cocinas de cada hogar.