«Es evidente su sesgo e involucramiento en la historia. Si no hubieran existido, las primeras declaraciones habrían sido las que deberían ser, es decir sobre la necesidad de realizar una investigación y presentar datos», comentó la diplomática a la agencia de noticias Sputnik.
Tras ese ataque, el asesor de Comunicaciones de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, afirmó que no hay indicios de la participación de Ucrania o de ciudadanos ucranianos en lo ocurrido.
La portavoz indicó que Estados Unidos «se expuso a sí mismo» ya que no llamó a investigar el atentado, pero empezó a afirmar que Ucrania no tiene nada que ver con lo sucedido.
El 22 de marzo, un comando de hombres armados disparó contra una multitud reunida para un concierto de rock en la sala Crocus City Hall, situada en la provincia de Moscú.
El tiroteo fue seguido por un incendio, que, según el Ministerio de Emergencias, afectó un área de casi 13 mil metros cuadrados.
Según los últimos datos oficiales, el ataque terrorista causó 139 muertos, entre ellos niños, y 182 heridos.
Hasta ahora fueron detenidos 11 implicados en el atentado, incluidos los cuatro atacantes que abrieron fuego en Crocus City Hall.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, reconoció este lunes que el ataque fue obra de islamistas radicales, pero supuso que podría ser un eslabón en una cadena de operaciones que se llevan a cabo contra Rusia desde 2014, «con las manos del gobierno neonazi de Kiev».
Según el Servicio Federal de Seguridad, después del atentado los terroristas intentaron huir hacia la frontera entre Rusia y Ucrania. Sin embargo, el gobierno de ese país negó de plano su implicación en el ataque.
Numerosos líderes mundiales se solidarizaron con el pueblo ruso y condenaron el ataque en los términos más enérgicos.