La destrucción de infraestructura es masiva en la franja, la cual cada vez más muestra un paisaje lunar por la destrucción de edificios e instalaciones de servicios públicos, acorde con despachos desde el terreno de la agencia noticiosa WAFA.
Todos los indicios apuntan a que Israel con su política de tierra arrasada busca retrotraer ese territorio palestino a la edad de piedra, llevar al extremo la limpieza étnica de sus habitantes y obligarlos a abandonar la franja.
En medio del caos, miembros de la Defensa Civil tratan de extinguir los incendios provocados por las bombas incendiarias mientras remueven los escombros de los edificios destruidos en busca de víctimas que, además, temen nuevo ataques con proyectiles cargados de químicos venenosos como el del jueves pasado.
La labor de los socorristas es obstaculizada por la destrucción de calles que obliga a sortear numerosos obstáculos, dijeron portavoces del ente humanitario.
Ese contaxto de ablandamiento artillero está marcado por la omnipresente amenaza de una invasión terrestre con blindados y otros medios como solución final por la muerte de los combatientes de la resistencia palestina en la franja
Aunque con la diferencia que marcan los bombardeos masivos a la franja, la situación en Cisjordania y Jerusalén este es también crítica debido al profuso recurso de los policías de la potencia ocupante al uso de gases tóxicos contra las protestas en varias ciudades.
Reportes de medios palestinos cifraron en cientos los casos atendidos en los hospitales con síntomas de asfixia por la inhalación de productos químicos nocivos utilizados contra manifestantes solidarios con los residentes en la franja de Gaza.
Entre los escenarios de choques de manifestantes con los uniformados aparece el distrito de Belén; la aldea de Husan, donde los segundos dispararon munición de guerra contra los primeros; Hebron y el distrito de Jenin.
Los participantes en las marchas asimismo condenan la expulsión forzada de los árabes residentes en el distrito jerosolimitano de Sheik Jarrah para entregar sus viviendas a pobladores israelíes.
Los desalojos israelíes de la población autóctona están insertos en la política de judaización de Jerusalén este, Al Quds para los musulmanes, asiento de uno de los tres lugares más sagrados del Islam.