A propósito del Día de África, 26 Digital comparte los avatares de un médico tunero por aquel continente, y la “suerte” de lealtades que le han atado irremediablemente a su tierra.
Las Tunas.- África me trasluce apacible desde su mirada, seductora, enriquecida por la fortaleza eterna de las primeras estirpes que habitaron la tierra. Desde sus líneas me llega también unas veces calurosa, otras no tanto, vestida de desiertos y ataviada de una vegetación increíble y exótica, como la misma cuna del mundo.
Enseguida quiero saber si hay leones y jirafas y elefantes… y responde que sí, pero que Kenia, el país donde vive hace dos años no es un gran safari, es mucho más que eso. Y la historia entonces se impone, entre hilarante y triste, por las desigualdades que durante siglos han dejado allí huellas tangibles.
HABÍA UNA VEZ UN DOCTOR…
Alberto Felipe Rigñak Vaz llegó a Kenia en junio del 2018. Llevaba la cabeza llena de pensamientos confusos. Tenía vagas ideas del clima y de la gente, mas cuando pisó tierra firme las conjeturas se evaporaron. Su tierra natal, Jobabo, le pesaba como un lastre, allá dejaba lo más preciado de sus 51 años, pero no era su primera vez fuera de Cuba, ni por asomo…
La Misión Milagro lo había llevado antes a Haití. Necesitaban unas manos expertas y las suyas estaban sobrevaluadas. Luego fue jefe de misión en Timor Leste, Australia, y finalmente se presentó la oportunidad de Kenia. Confiesa que no lo pensó demasiado y allá se fue con un “equipaje” medio vacío, salvo por las ganas de ayudar, el vínculo con sus seres queridos y la evocación constante de su hogar.
El cirujano plástico y quemólogo llegó al país africano como parte de un contingente de 100 médicos de varias especialidades de atención hospitalaria. Tuvo la suerte de tener otros tres compañeros tuneros con los que hablar del terruño y compartir vivencias. Fueron los primeros galenos que pisaban suelo keniano en misión oficial.
Me cuenta que lo primero que hicieron fue recibir un adiestramiento, sobre todo, en lo relacionado con el funcionamiento del Estado allí, legislación vigente, cultura y particularidades de su sistema de Salud. Asegura que fue como una inyección de conocimientos que se materializaron después en el roce con los lugareños. El idioma inglés, el suajili y otros 23 dialectos más mediaron en la comunicación.
El Checo, como cariñosamente media Las Tunas conoce al galeno, despierta cada mañana en Kissi, una ciudad que a él le recuerda a Puerto Padre. Me dice que el clima es magnífico, con vegetación exuberante, a cinco horas de la capital.
El hospital donde labora es categoría 5, con tecnología de punta, aunque muy en serio confiesa que el suyo, en Jobabo, es 10 veces mejor. Es el único especialista en toda la vecindad y su centro hospitalario es público, tiene gran competencia con los privados, y a este acude gente humilde, de pocos recursos. Aunque su fama personal atrae personas no tan pobres remitidas desde otras instituciones.
… EN ÁFRICA…
“Desde el primer mes me llamo Makori, que significa hombre que camina por la carretera. Me gusta el apodo. Soy, junto a mi colega de Camagüey, el único blanco permanente aquí, así que es muy difícil pasar desapercibido.
“En mi ciudad hay mucha comida. Gracias a su clima se siembra de todo lo que hay en Cuba durante el año completo. Tiene electricidad, agua, drenaje pluvial,
calles asfaltadas y cierto desenvolvimiento. El clima, la gente, todo ha sido llevadero. Este país africano muestra un rostro de pobreza y desarrollo, sobre todo, de desigualdad, y eso duele…
“Mi mayor reto ha sido atender gran cantidad de pacientes quemados, principalmente niños con historias trágicas. Los accidentes de tránsito, con frecuencia de motos, dejan en la población huellas que no siempre pueden borrar.
“Me inundan las anécdotas… Una niña, Abnes, con síndrome de Down que estuvo con quemaduras sin sanar durante siete años ¿imaginas? Las lesiones eran en la cabeza y la cara. Enseguida la comencé a curar y reconstruir, sobre todo, los párpados. Estuve atendiéndola durante tres largos meses y al final logramos sanarla y pudo regresar a la escuela. Se dice fácil, pero a mí me marcó de muchas maneras imborrables. Para su familia y la aldea aquello fue como un milagro.
“Mira tampoco olvido a Joice, una joven de 16 años que sufrió lesiones terribles en sus piernas y ya está de alta después de casi un año de tratamiento, ni a Jhon un paciente diabético que de casualidad atendí y me pidió que por favor lo ayudará a no perder su pie y hoy camina sin problema. Estos resultados no solo dependen de mi, sino de equipos de trabajo y excelentes profesionales que ponen en alto en nombre de Cuba.
“Jhon fue a la capital y un médico le preguntó: ‘¿Tú qué haces?, ¿continuas igual de tu pie?, si es así tendremos que amputarlo’. Él le respondió: ‘No, vine a mi consulta’. Al examinarlo el doctor le preguntó sorprendido: ‘¿Qué pasó contigo?’. Y el muchacho le contestó que lo habían atendido unos médicos cubanos. Entonces el galeno le dijo: ‘¡Felicítalos, está usted curado!’. Imagínate para él y para nosotros esa noticia.
“Doy clases y entrenamientos a cientos de estudiantes, enfermeros y técnicos que pasan por el servicio de Cirugía. El tiempo se me escurre muy fácil. Extraño a Cuba y mi familia, lo más grande que tengo, pero este pedazo de África me lo llevaré conmigo cuando regrese, no quiero separarme de él”.
… UN MÉDICO TUNERO…
A un clic de distancia están sus respuestas, sus evocaciones, su amor por África y por Jobabo, también la huella por cierta pérdida que aún le oprime el corazón más allá de las palabras.
En sus correos van nombres y recuerdos. Lleva la “huella” de un niño recién nacido que tenía un absceso y el hospital estaba en huelga y tuvo que asumir la cirugía solo. A los seis meses volvió a verlo y su madre le dijo: “Usted no me recuerda, pero yo si a usted”.
Me menciona otras tantas anécdotas de la Kenia suya, la que se le ha sembrado en el pecho sin pedir permiso. Se despide con la promesa del reencuentro en las calles tuneras y el pacto de siempre honrar al continente olvidado, porque ya no es solo un pedazo de tierra para él, ahora es Joice, Abnes, Jhon, y la evocación de un Makori que siempre estará en el camino.
El checo es de esas personas que viven su trabajo. Felicidades por tener la oportunidad de llegar a conocer esas culturas de nuestros ancestros
Wawww mi amigo felicidades