Los campanazos más fuertes fueron esos de la libertad. Esos de un tintineo agudo ensordecedor y de convite. Tal vez no se imaginaron nunca esos primeros seguidores de Céspedes que hoy se escucharían sus ecos y volverían a sonar no solo las campanas, sino el corazón de tantos patriotas de este siglo.
Era un día de esos tranquilos, sin mucho ajetreo en el pequeño ingenio La Demajagua, salvo el sobresalto del propio Padre de la Patria y algunos mayorales allegados de que o era ahora o nunca. Así se dio ese impulso a la impostergable Revolución del 68 después de que un pariente suyo le avisara que la conspiración preparada de meses atrás había sido descubierta por los españoles, se supone de un chivatazo.
Realmente no estaban preparados los cubanos para luchar, es por ello que se debía esperar al fin de la zafra y dotarse de más pertrechos, era evidente que la economía de los principales cabecillas no daba para tanto… sin embargo así de repente, cuando menos lo esperaban los españoles una andanada de mayorales y negros de un ingenio casi desconocido del Oriente invade Yara y sacude las maniguas de Manzanillo y Bayamo con grito de guerra procurando libertad.
Fue ese 10 de octubre el desenlace de otro puñado de alzamientos en días posteriores, luego Las Tunas, donde se había preparado la conspiración, siete días después Aguilera en Cabaniguán, aquí en el sur de lo que es hoy Jobabo, y poco a poco Camagüey, Holguín, Santiago y algunas partidas en las inmediaciones de Las Villas.
Pero fue aquí en Oriente donde más se sintió ese inicio, esas propuestas de libertad o muerte, y donde terratenientes adinerados se igualaron a las armas con mayorales, labriegos y esclavos, rompiendo dogmas de racismo y desafiando las propias creencias que le imponía una metrópoli ya caducada por su propio egocentrismo vilero.
Fue ese día, sus acciones y su alto sentido patriótico lo que inmortalizó a Carlos Manuel de Céspedes con su apelativo del Padre de la Patria. Ese agigantado abogado que fue jefe de gobierno de una república manigüera y llena de valor, la República en Armas.
Fue precisamente aquí en Jobabo, en la zona de Ojo de Agua de los Melones, Cayojo, Guaramanao y El Dátil donde más tiempo permaneció el jefe de gobierno y desde donde se emitieron los principales documentos de la guerra de los 10 años.
Es por ello que, aunque el grito de guerra en Cabaniguán fue 7 días después, el 10 de octubre tiene un significado especial en este municipio, otrora partes de haciendas ganaderas y extensos bosques que dieron cobijo a Vicente García y su tropa en el Labado, y fueron testigos de innumerables hechos en una contienda fracasada militarmente al final pero que sentó las bases para la aplastante derrota de los españoles.
90 años después fue que tuvo mayor valor esa primera acción del 10 de octubre, el compromiso con esos patriotas caídos en la manigua sería saldado de una vez. Cuba al fin era libre y soberana como quisieron esos primeros padres de la independencia.