Jobabo es hoy uno de los municipios más secos de Cuba, ello tiene un efecto negativamente progresivo en la agricultura y dentro de ella en el sector ganadero, el cual requiere de garantía alimentaria y agua para sostener los niveles de producción de leche y carne, y al mismo tiempo garantizar un incremento de la masa.
El manejo no puede verse solo desde este ángulo de la alimentación, pero sí es el factor determinante en todo lo que interviene en la gestión pecuaria, asegura el Máster en Ciencias Alexis Morel Acosta, especialista en Pecuaria del Centro Universitario Municipal, quien apuesta por aplicar los métodos de la ciencia y la técnica aquí para palear los efectos progresivos de la sequía y readaptarnos a las condiciones climáticas adversas.
No es solo ciencia y técnica lo que necesita urgentemente la ganadería jobabense. Estamos aquí a años luz del desarrollo ganadero, seguimos manejando el ganado como hace 500 años, en casi las mismas condiciones, desde el punto de vista tecnológico. Nuestro problema fundamental es la falta de agua y en resolver esa carencia contamos con muy poco apoyo del estado y casi sin ningún recurso. En Jobabo no hay poceras, dependemos de la provincia para hacer un pozo que, con los problemas del cambio climático y la dependencia absoluta de la lluvia, tienen que ser cada vez más profundos para asegurar agua en los meses secos. Esa es la carencia esencial y la que pone en riesgo a la masa. Cada vez llueve menos y los períodos secos son más extensos. De este modo la comida y el agua embalzada no alcanzan y el ganado se depaupera y muere. El apoyo del estado para resolver esta problemática es prácticamente nulo y los productores estamos solos con nuestros esfuerzos y desvelos. Muy pocos tienen acceso a miel protéica, bagasillo, sal y otros suplementos que en tiempos de sequía son fundamentales y que, en ocasiones, es más fácil comprarlos ilegalmente que por vías legales. En el caso del agua, no es prioridad para el gobierno local garantizarla el año entero a cada productor pues uno solicita el pozo a la cooperativa y es por gusto, no hay una política para apoyar en la construcción de tranques, miniembalses y pozos. Si a esto sumamos que la presa El lavado está supuestamente cerrada al consumo (algo totalmente falso pues diariamente se pesca allí y se consume el agua tanto para la ganadería de los alrededores como para la agricultura), qué nos queda a los que producimos carne y leche al sur de su cortina? Encomendarnos a Dios, aunque no creamos en él, y confiar en que la lluvia se presente lo más rápidamente posible, antes de que pase otro desastre como el del año pasado.