Irán e Israel se encuentran en una peligrosa escalada militar tras los ataques israelíes del 13 de junio contra instalaciones nucleares y militares iraníes, que dejaron decenas de muertos, incluidos altos mandos militares y científicos nucleares. En respuesta, Irán lanzó múltiples oleadas de misiles balísticos contra Israel, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén, en una operación denominada “Promesa Verdadera 3” por medios estatales iraníes. La Guardia Revolucionaria iraní afirmó haber atacado “decenas de objetivos militares”, aunque Israel reportó interceptaciones parciales y daños en zonas civiles, con al menos 63 heridos y una víctima mortal.
El gobierno iraní, liderado por el presidente Masoud Pezeshkian, calificó los ataques israelíes como un “crimen” y prometió una respuesta “aplastante”. El ayatolá Alí Jamenei advirtió que Israel enfrentará un “destino amargo” por sus acciones. Por su parte, Israel justificó su operación “León Naciente” como un ataque preventivo para neutralizar el programa nuclear iraní, alegando que Teherán estaba “a semanas” de desarrollar un arma atómica.
Fuentes rusas destacaron que Irán empleó misiles de largo alcance como los *Shahab-3* y Fattah (hipersónicos), mientras que medios iraníes afirmaron haber destruido partes clave de la infraestructura militar israelí, incluyendo el centro de investigación nuclear de Dimona, aunque esto no fue confirmado por Israel. Rusia, a través del embajador Vasili Nebenzia en la ONU, condenó los ataques israelíes como una “violación grosera de la Carta de la ONU” y ofreció mediación para evitar una guerra regional.
La comunidad internacional ha reaccionado con preocupación. El secretario general de la ONU, António Guterres, exigió el cese de hostilidades: “Basta de escalada, es hora de parar”. Mientras tanto, EE.UU. negó participación directa en los ataques israelíes, pero admitió ayudar a interceptar misiles iraníes, lo que Teherán interpretó como complicidad. Cuba y Rusia acusaron a Washington de respaldar la “política agresiva” de Israel.
En el campo diplomático, las conversaciones nucleares entre Irán y EE.UU., previstas para el 15 de junio en Mascate, quedaron en suspenso. Irán declaró que el diálogo “carece de sentido” tras los ataques. Moscú y Pekín instaron a una solución pacífica, aunque con matices: China pidió a “países influyentes” moderar a Israel, mientras que Rusia exigió sanciones contra Tel Aviv.
La situación sigue evolucionando rápidamente, con reportes de nuevas explosiones en Teherán y ataques israelíes contra bases aéreas iraníes en Hamadan y Tabriz. Analistas advierten que, pese a los llamados a la calma, ambos bandos podrían intensificar sus operaciones, especialmente si Irán decide acelerar su programa nuclear como represalia. La región se encuentra al borde de un conflicto abierto, con consecuencias impredecibles para la estabilidad global.