Habían pasado siete días del grito de La Demajagua. La hacienda más extensa del hombre más poderoso de Oriente estaba que ardía y constantemente surcaban entre las veredas y caminos mensajes secretos. Algo se gestaba en estos parajes.
Un nuevo alzamiento sacudía las tierras más tranquilas e inhóspitas hasta ese momento para los españoles. Cabaniguán, se levantaba en armas.
Francisco Vicente Aguilera, el hombre que estaba predestinado desde las acciones conspirativas para dirigir la Revolución se alzaba en armas en su pequeño ingenio del sur y con un puñado de hombres, la mayoría trabajadores de la finca y unos pocos esclavos les harían la vida imposible a las pocas guarniciones de estos parajes.
Antes de esta fecha ya se conspiraba en la zona. Aguilera estaba predestinado a ser el Jefe de la Revolución y se preparaba para la lucha. Una andanada de reuniones y encuentros conspirativos tuvieron lugar cerca de aquí, en el que participó el propio patriota y otros criollos de renombre.
Pero las circunstancias en que se desarrollaron los hechos le dieron la primada al Padre de la Patria y agilizaron todos los planes. Incluso Cabaniguán fue un alzamiento apresurado.
No estaban creadas las condiciones y ni aquí, en la extensa y conocida hacienda del hombre más rico de oriente se contaba con los hombres y armas suficientes. Bastó con un aviso desde Bayamo, de que en Yara se combatía y que la lucha era inminente para que la voz de mando y la invitación a la lucha armada brotara desde las raíces de cubanía.
Fue el tercer alzamiento de la Revolución del 68. Un tanto improvisado por la premura. Llegándose a reunir pocas armas por hombres que prácticamente solo sabían de cómo criar ganado y de labranzas, sin embargo, la voluntad y el espíritu nacionalista ponía a Aguilera la encomienda de dirigirlos a la batalla.
No existe una clara reseña de cómo fue ese día ni que acciones concretas se llevaron a cabo. Algunos cuentan de gritos de esclavos y mayorales, de algarabías y chirridos de machetes, asadas y toletes, y de arengas excitantes… lo cierto es que esta tierra tembló de valor, se levantaron las manos empuñadas de cubanismos y sentaron las bases de una rica zona por la que rara vez atravesaron los acobardados peninsulares.
Fue la finca de Aguilera el lugar predilecto para acoger los campamentos mambises y las reuniones más significativas de la primera etapa de la guerra, en especial Vicente García estableció en la zona de El Lavado, su campamento principal, desde donde dirigiría los diez años de lucha todos los acontecimientos en que estuvo relacionado.
En honor al alzamiento en esta zona, las fuerzas mambisas crearon el batallón de Cabaniguán, una fuerza que desempeñó un importante papel en la lucha contra la corriente de Balmaceda, que combatió a la contraguerrilla de voluntarios y evitó cientos de asesinatos contra la población campesina de la zona y se destacó por sus acciones de hostigamiento a las tropas españolas, que preferían alejarse del área.
De Cabaniguán y del posterior desenlace de la guerra por la Independencia en esta zona solo hay que decir que todavía hay historias anónimas que de sacarse a la luz reflejarían lo mucho que hicieron los patriotas tuneros y cabaniguanenses, en especial los del Batallón Cabaniguán.