La Granja Urbana de Jobabo enfrenta una encrucijada que trasciende lo administrativo: su inminente subordinación a la Empresa Agroindustrial limitará su potencial como actor clave en la seguridad alimentaria local, no por mera coincidencia hace par de años se sugirió separarla de todo ente empresarial y darle toda la autonomía posible.
Convertirla en una UEB bajo una estructura rígida ahogará su capacidad de innovación y adaptación a los contextos económicos productivos actuales. En cambio, reconocerla como una Mipyme estatal le brindaría autonomía para gestionar recursos, establecer alianzas y responder con agilidad a las demandas del municipio.
La soberanía alimentaria no se construye con esquemas centralizados, sino con entidades ágiles y empoderadas.
Los problemas de la Granja Urbana no son aislados: falta de insumos, inestabilidad directiva y salarios insuficientes reflejan un modelo que prioriza la burocracia sobre los resultados.
Estas carencias impactan directamente en la producción de alimentos, afectando en más de un lustro de pérdidas constantes y fluctuaciones de los recursos humanos.
Una Mipyme estatal podría retener utilidades con mayores ventajas, reinvertir en tecnología y mejorar condiciones laborales, atrayendo obreros y consolidando un sistema productivo sostenible. La seguridad alimentaria exige romper con inercias que perpetúan la escasez.
La solución pasa por políticas audaces que hagan valer el papel del gobierno local.
Primero, desvincular legalmente a la Granja de la estructura empresarial actual, otorgándole personalidad jurídica propia. Segundo, diseñar un plan de financiamiento inicial con apoyo de gobierno local y la banca de fomento agrícola, priorizando la adquisición de semillas, riego y capacitación. Tercero, buscar buenos cuadros que la dirijan. Estos cambios requieren voluntad política y gubernamental, pero son inversiones necesarias para fortalecer cadenas de valor locales.
Jobabo tiene esa oportunidad: en vez de ahogar a su Granja Urbana en un mar de trámites, debe convertirla en un laboratorio de soberanía alimentaria. Que sus trabajadores decidan qué sembrar, cómo comercializar y qué alianzas establecer. La transparencia en la gestión y la rendición de cuentas serán antídotos contra la ineficiencia.
El futuro de la Granja Urbana no puede ser lo mismo del pasado. O se apuesta por su autonomía como Mipyme estatal, o se seguirá repitiendo el ciclo de abandono que han mantenido los huertos y obreros que quedan.
Jobabo merece un modelo donde la tierra, los productores y los consumidores sean eslabones de una misma cadena. La seguridad alimentaria no es un discurso: se construye con decisiones concretas que prioricen lo local sobre lo burocrático. Es hora de actuar.