Nacida en Amancio, Estela Aquiles Conde tuvo una infancia marcada por la adversidad, pero también por la protección solidaria de la Revolución. Al quedar sin amparo familiar, fue acogida en uno de los hogares para niños creados por el nuevo proyecto socialista, donde recibió educación, valores y oportunidades que moldearon su carácter. Allí no solo encontró un techo, sino una familia en el sentido más profundo: la gran familia de la Cuba revolucionaria.
Para Estela, la figura de Fidel Castro representó ese padre simbólico que veló por los más desprotegidos. Desde su experiencia personal, vivió en carne propia cómo las ideas de la Revolución transformaban destinos. Su vida se convirtió en testimonio vivo de cómo las políticas sociales cubanas salvan, protegen y forman a los ciudadanos desde la infancia.
Esta historia personal refleja la esencia humanista de la Revolución: convertir el dolor en esperanza, la orfandad en pertenencia, y demostrar que ningún niño cubano está realmente solo mientras tenga una patria que lo acoja.