Colas, coleros y revendedores, más allá de un siempre esquivón al desabastecimiento

Las colas, los coleros, los revendedores y toda esta amalgama de incidentes sociales desencadenados de un déficit comercial de bienes de primera necesidad, no son un fenómeno nuevo ni precisamente están tan ligado a los efectos de la COVID-19.

Se trata de un problema acrecentado por un efecto directo de la falta de enfrentamiento colectivo y la esgrimida esquiva de ¨sálvese quien pueda¨, creando un impacto dominó en los mismos que una y otra vez nos hemos hecho de la vista gorda y verbo callado ante el aguzado resultado colectivo de un negocio que exprime bolsillos para llenar el de los vagos y aprovechados.

Y es que no todo es blanco o negro. Este fenómeno tiene demasiados colores, y una larga lista de incongruentes causas y consecuencias.

Alrededor de las colas, necesarias para la mayoría, se puede ver de todo. Pero lo que siempre parece visible es ese tira y encoje de las aglomeraciones, el desgañitado agente del orden que evidentemente no alcanza para tanta gente, el que llega y se quiere colar, el discapacitado físico que con carné y todo tiene más aguante para estar de pie que el oficinista cuarentón que dejó su trabajo para jugarse el tiempo por un pomo de aceite, la embarazada que deja el marido en la esquina en espera a que salga de  la tienda… y hasta el niño que tiene tres o cuatro madres.

Es un hecho que la causa de todo eso está en los suministros de una serie de productos que no alcanzan para cubrir ni un tercio de la demanda de la población jobabense, y que, a raíz de ello, aparecen los huecos por donde colarse privilegiados e ingeniosos, perspicaces y calculadores… y eso, por supuesto, irrita a la gente.

Pero nadie se acaba de percatar que el problema no lo va resolver solamente el gobierno, o la policía, o esos grupos que acaban de crearse para organizar las colas… estos, son entes que de una forma u otra minimizarán el problema, y harán algunos amagos fuertes para, que por lo menos, en los alrededores de las tiendas, no haya ese barullo que sí tiene mucho que ver en estos tiempos con la COVID-19.

El problema fundamental, y que muchos esquivan, está en los barrios, que es donde se vende el aceite a más de 120 pesos el litro, que es donde vive el discapacitado que se presta para ir a cuanta cola haya a cambio de unos pesos, que es donde todo el mundo se conoce y se sabe quien se dedica a marcar 10 o 20 turnos para luego venderlos a 50 pesos…

Es que se ha tenido referencia de que se prestan los niños pequeños para poder esquivar la cola, y eso sucede a la vista de todos.

Siempre me he preguntado ¿Estaremos todos dispuestos a denunciar eso?

Lo cierto es que una parte de la gente sí denuncia, algunos entre dientes, otros más explícitamente, pero la mayoría argumenta ese falso concepto que beneficia tanto a los vagos, ¨la chivatería¨. Y este falso concepto es lo que impide la mayoría de las veces lograr que la gente hable con claridad, denuncie y se enfrente a lo mal hecho, tanto en los barrios como en boca de tienda.

También hay otro fenómeno que es necesario enfrentar, y es en esencia, el desvío de esos vienes desde dentro de las tiendas, el famoso amiguismo, el negocito combinado, y el exceso de privilegios de los comerciantes.

Hace solo unos días, en una de las tiendas se iba por la izquierda una caja de aceite, y no eran los coleros. Como este caso, hay decenas de historias que los propios jobabenses conocen, algunos se las guardan, otros las cuentan sin compromiso de respaldarlas, y los menos, cuando les tocan de cerca, pues, lo sueltan a boca de jarro.

Con ello, sin tanta cantaleta, digo, que hay que mirar a todos lados, a los nuevos y a los viejos y archiconocidos revendedores de casi todo lo que venden las tiendas en divisas y que merodean con mucha impunidad, hay que mirar hacia adentro de los establecimientos, a la cantidad de productos que entra y que sale por la puerta en horarios de venta, a los tantos privilegios que se dan respaldados por un carné que no todos saben aprovechar con ética y principios, a los barrios, esos barrios donde tenemos tres estructuras básicas (Grupo de Trabajo Comunitario, CDR y FMC) que desaprovechamos demasiado, y por qué no, hay que mirar también qué sucede con esas denuncias que anónima o explícitamente hace mucha gente.

Ello implica también saber diferenciar entre quienes hacen colas por necesidad, porque, lógicamente si no la hacen no comen, y quienes se dedican a toda esa amalgama de indisciplinas y delitos. Y aportar por ser más rigurosos con esos negociantes, que no son coleros, pero también venden aceite y pollo en sus casas.

Yaidel M. Rodríguez Castro
Yaidel M. Rodríguez Castro
Máster en Ciencias de la Comunicación. Licenciado en Educación. Periodista en Radio Cabaniguán desde 2010 y editor de la página web Radio Cabaniguán. Atiende los temas relacionados con la Agricultura, Producción de Alimentos, Economía y Desarrollo Local.

2 COMENTARIOS

  1. las colas son el dia a dia señores. nos consumen el tiempo y la vida y para remate esta banda de bandidos comprandolo todo. candela es lo que ahy que darle. cuenten con mi apoyo para denunciarlos

  2. Señores la libreta eso es lo que nos va a resolver el problema, siga inventando grupos y reuniones y no utilicen eso que tenemos hace años para que vean como pasara el tiempo sin resolver el problema de las colas

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