Hoy millones de niños cubanos celebran su día porque en la isla los pequeños son el tesoro más preciado, y donde descansa la esperanza de la Patria para formar el relevo digno que acompañará su destino en el futuro.
Ni pandemia, ni amenazas enemigas, ni bloqueo, podrán detener la alegría de los pequeñines en tan significativo día, en que cambió el escenario de celebración por la casa, y es que los motivos exigen mucha disciplina y responsabilidad, pues una enfermedad que enluta al mundo se encargó de privarlos de esa ingenua alegría.
Hoy se mezclarán millones de fantasías, entre bullicios y unas que otras travesuras, porque donde haya niños, no faltarán las iniciativas porque por sus mentes siempre habrá espacio para la creación y las inventivas.
El día de la infancia en Cuba se convertirá en una gigantesca poesía desde la intimidad del hogar. Y quizás desde un jardín, brotará junto a las mariposas y abejas que dan colorido a las flores que adornan cada amanecer ahora en casa, la majestuosa imaginación que acompaña al pensamiento infantil.
La infancia marca nuestras vidas desde que nacemos hasta que dejamos atrás esa etapa, y los niños deben vivirla en plenitud de sus derechos como son, el de supervivencia y la salud, el derecho a la educación, al juego, a la protección, a no ser separados de su familia, a tener un nombre y el derecho a opinar y ser escuchados.
Son los niños y las niñas los que respaldarán los destinos de cualquier nación, siempre y cuando se ponga en principio los intereses de cada país en salvaguardar a la infancia en todo momento, sobre todo cuando más asecha el peligro.
Bajo líneas de amor, de ternura y de apoyo, agasajamos hoy el día de ese tesoro, que nos alienta el alma, que no enardece el corazón, que no brinda la alegría y que nos enorgullece de felicidad por haberlos traído a la vida.