La influencia de las fases lunares en la agricultura es una tradición ancestral que aún perdura entre campesinos y agricultores en muchas regiones, incluyendo Cuba. Según este saber popular, la luna creciente favorece el crecimiento de plantas de fruto y hojas, siendo ideal para la siembra, mientras que la luna menguante se asocia con cultivos de raíz y la poda, ya que se cree que la savia se concentra en las partes subterráneas. La luna llena se considera propicia para la cosecha, y la luna nueva, un período de reposo donde se evitan labores agrícolas importantes. Aunque la ciencia moderna debate su validez, muchos agricultores, especialmente en zonas rurales, mantienen esta práctica como parte de su cultura y experiencia empírica, argumentando que seguir el ritmo lunar mejora la calidad y el rendimiento de sus cultivos.