Pedir rescate por animales robados se está poniendo de moda entre delincuentes de algunas áreas rurales de Jobabo, principalmente ganaderas, quienes han probado hasta cierto punto la debilidad de la gente en su capacidad de denunciar y las posibilidades de un mecanismo que no tiene otro calificativo que secuestro.
-Se empieza por reses y equinos y se termina con personas. Así es este modus operandi que va y viene a la vista de unos cuantos campesinos desde hace años- aseguran quienes han tratado a toda costa de hacer que los afectados hablen acerca del hecho, aporten datos para esclarecerlo o simplemente delaten a los depravados malhechores.
Generalmente sucede sin mediar una denuncia formal de robo, algo que deja brecha abierta y casi total impunidad a los ladrones, o más bien secuestradores de animales, que precisamente se escapan de las manos de la policía por la falta de acusaciones o pruebas que puedan aportar sus víctimas.
Y lo que preocupa en esencia es que ese mal de pedir rescate por animales robados no es nuevo, ya en los 90 recuerdo haber escuchado de ello en las zonas de Mejías, Guaramanao, El Níspero y otros cuantos barrios más… y como siempre, el guajiro en vez de ir a la unidad de la PNR y hacer su denuncia prefiere pagar casi el valor de su yunta de bueyes o su caballo a quienes se lo robaron.
Me explicaron hace poco que la mayoría de las veces los ladrones se apoyan en un intermediario para dejarle caer a sus víctimas la propuesta de que si pagan le devuelven el animal. O se las valen de algún mecanismo para comunicarse o regar la voz en el barrio; se han escuchado hasta algunos casos de amenazas de que si hacen la denuncia le darán algunos golpes a alguien. Vaya barbaridad. ¿Cómo caer en un juego de esos?
Ese mal no podemos permitirlo en Cuba, mucho menos aquí en Jobabo. Los propietarios que pagan el rescate de los animales robados una y otra vez no tienen en cuenta que están abriendo una puerta al delito de una manera que puede tornarse irreversible y sienta las bases para que un día digan, ya no va a ser con animales, sino vamos a tomar la hija de un productor o la esposa, y vamos a pedir algo de dinero por ello. Así de simple.
Dentro de los delitos contra la ganadería este es el más preocupante, no por los animales o el robo en sí, sino por el peligro que desencadena y la impunidad que los mismos implicados en el pago de rescate han dado a los ladrones.
El año pasado se intensificó la investigación de estos hechos delictivos, más serios que el resto de los delitos contra la gandería conocidos, precisamente por el mal que puede generar, pero ya se escuchan algunas voces de que todo continúa, en menor medida, pero no se puede descuidar y los ganaderos no se pueden dejar intimidar.