El segundo domingo de mayo no es una fecha cualquiera, es un día en que reverenciamos a nuestras madres por ser el pedestal más preciado entre las flores bellas de un jardín perfumado por el color de sus sonrisas y por el neta inigualable de su andar seguro y tierno.
Son precisamente de las madres, esos seres que se empinan cada amanecer desde lugar para regalarnos paz, amor y felicidad y para profesarnos el sentido de la vida y el rumbo de nuestro andar.
Este domingo cuando nos levantemos nuestro primer pensamiento y el beso más dulce y tierno será necesariamente para nuestras madres. Ellas que desafían cada día las adversidades de estos tiempos, los retos que imponen las circunstancias y las que promueven el sentido de la vida para que nosotros nos levantemos.
Las madres son el comienzo de la vida, la protección, la alegría y la esperanza, ser madre no significa solamente criar y satisfacer las necesidades de sus hijos, representan el amor y el apoyo incondicionales en su desarrollo como personas, basta con una caricia materna para alegrarnos el día, para marchar a nuestro destino con el compromiso ineludible de cumplir los sueños, de aportar por el futuro mejor para enaltecer el espíritu y llegar al fin a conquistar el amor, la paz y el bienestar infinito que merecen.
Si algún día faltara a mamá también faltarían las flores, se secaría el jardín que guarda el perfume y la fragancia que la acompañan siempre desde su lealtad, su pureza y su colosal actitud. También se secarían los ríos, los mares dejarían demostrar solía, el sinsonte dejaría de cantar y tú y yo estaríamos tristes, acongojados y moribundos.
El calor de una madre es irrepetible, nada se le parece ni los días, tampoco las noches ni la primavera y mucho menos el sol que abraza nuestras entrañas, pero sí se asemeja la luna que ofrece destellos, poesía y amor.
Este segundo domingo cuando todos reverenciemos a mamá será el día especial para homenajearlas con regalos, gestos y amor, pero todos los días tendremos la oportunidad de quererlas amarlas y sentir ese calor maternal que nos enaltece el alma, que nos da alegría y que nos hace latir fuerte el corazón.